martes, 28 de octubre de 2014

La Carvochá y La Chicharrona 2014, El Mesegal-Pinofranqueado

Una vez más la fecha de ánimas se acerca, pues el otoño ya irá por su mitad y el invierno está a la vuelta de la esquina como quien dice, aunque las altas temperaturas, para las fechas en las que estamos en este 2014, nos hagan olvidarlo. Es época de acordarnos de nuestros antepasados, ya sean los familiares más cercanos que ya no se encuentran entre nosotros, o aquellos que no sabemos ni de sus nombres, pero que nos sucedieron en este mundo y en las tierras que habitamos. Como ya hicimos el año pasado, hacemos referencia a una de las festividades más ancestrales en relación al día de difuntos que se celebran en la Península Ibérica, aunque existen muchas más. Nos estamos refiriendo a la fiesta hurdana de La Carvochá y La Chicharrona, que se celebrará de nuevo, para toda la comarca de Las Hurdes, en la alquería de El Mesegal, en el concejo de Pinofranqueado. Dejemos, una vez más, que el mayor embajador existente de estas tierras en la actualidad, el antropólogo Félix Barroso Gutiérrez, nos cuente.

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*Fuente: Félix Barroso Gutiérrez

Dentro de este inigualable marco, se llevan a cabo los rituales de “La Carvochá”, que de unos años a esta parte tienen como protagonista a la alquería de El Mesegal, dentro del concejo de Lo Franqueado, ya que gran parte de sus vecinos se vuelcan en acondicionar la vieja enlanchada, donde se trillaba el mijo y el centeno y lugar central de las representaciones en honor de las ánimas de los antepasados. En Hurdes, como decía el antropólogo Maurizio Catani, “los paisanos siempre vivieron virtualmente con sus muertos y los soñaban con frecuencia”. La huella céltica de la festividad de Shamaín está muy presente en la tradición funeraria de la comarca. Al igual que las antiguas comunidades de pastores llenaban de singularidad sus fiestas de los muertos, en el territorio de Las Hurdes se han venido manteniendo, en torno a la festividad de Todos los Santos, una mezcolanza de viejos ritos, donde las antiguas creencias se confunden con las gotas de agua bendita que las salpicaron. Tamboriles, gaitas, cánticos, danzas y el mucho comer y beber caracterizaron y caracterizan el “Shamaím jurdano”.Por ello, una vez más, en Mesegal, el día 1º de noviembre, se sucederán pasacalles y petitorios de ánimas. No faltará la “Jogará de lah Ánimah”, encendida con un leño de la lumbrarada del pasado año y en la que el “zajurí” echa un manojo de pelos de cabra, unas migas de pan y un chorro de vino, a fin de conjurar los males del año venidero. Después de los pasacalles, se repartirá el “Pan de lah Ánimah”, amasado con anises y del que todos deben coger un trozo, a la vez que echan una “pintita” de la “polienta” (vino del año), endulzada con miel de los montes jurdanos.
Comer y beber “a jinchapelleju” y cantar y bailar hasta caer extenuados. Los antiguos jurdanos pensaban que las ánimas también se encontraban, aunque de manera invisible, sobre las lanchas de la era, y ellas comían, bebían y danzaban por la boca y los pies de los vivos. Todos se esmeraban para que quedaran contentos los espíritus de los antepasados, pues, si quedaban conformes, no vendrían a molestarles en las tempestuosas noches invernales. De aquí que esta jornada se convierta en todo un “Rejuiju”; o sea, en una especie de orgía que implica una catarsis. Allí, en el círculo enlanchado de la era, se entremezclan los sones de los tamborileros con los “Calabazónih” y el “Cenizu”, los “Cantaórih de Cóprah” con las “Comádrih de lah Ánimah” y los “Danzaórih”. En medio de la era, sin que nadie ose tocarlas, las ofrendas para las ánimas: las castañas, los membrillos o zamboas, las manzanas invernizas, las granadas, los higos pasos…, sin que falte una jarra de barro con la “polienta”.
Al caer el día, se forma el “Corru de Ánimah” y todos los presentes, agarrados por las manos, forman extenso círculo y se recuerda la memoria de los antepasados, dedicándoles más cánticos y sones de gaita y tamboril. Luego, cuando se empiezan a ver las primeras estrellas, vendrá el gran asado de castañas, la “Carvochá”, y la fiesta continuará hasta que el relente de la noche traspase los huesos y se cuele por el tuétano.


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